El mar siempre ha estado cerca de mí, pues he pasado todos los veranos de mi vida en la Costa Brava. Siempre me han fascinado las playas, las calas, las rocas, caminar por la arena, recoger y escoger conchas, olisquear ese aroma del mar que lo impregna todo, pero siempre desde la orilla, en tierra,
segura, observándolo a distancia.

Soy traductora audiovisual y he pasado los diez últimos años en Sevilla trabajando para una empresa que se dedica a la subtitulación en directo para sordos para diferentes cadenas de televisión nacionales. Necesitaba aire fresco, desconectar de la rutina, un cambio de rumbo, una aventura y experimentar algo completamente diferente. Me encantan los idiomas y viajar y mientras barajaba diferentes opciones, encontré la oportunidad de enrolarme como voluntaria en el Galeón Andalucía, dicho y hecho, no lo pensé dos veces.

Mi experiencia previa en barcos podemos decir que es nula, se puede resumir en un curso básico de piragua de cuatro días por el Guadalquivir, un curso de pesca familiar de un día en un velero en Palamós, un crucero por el Mediterráneo y diferentes embarcaciones para turistas en Vietnam y Malasia, todo anécdotas irrisorias cuando una se plantea embarcar como marinera en el Galeón.

Una semana antes de embarcar en Burdeos me aprendí donde estaba la popa de un barco, la proa, babor y estribor –detrás, delante, izquierda y derecha-, y así de feliz e inconsciente puse rumbo a Francia.

Pensaba que sería una oportunidad para practicar mi francés medio olvidado, pero lo que no podía ni imaginar es que tendría que aprender un idioma nuevo, mayoritariamente sin referencias ni equivalencias en el mundo terrícola: el idioma marítimo-galeónico.

“Le tour commence per là-bas”, hasta aquí bien. “Subes por el ‘castillo de proa’, verás el ‘trinquete’ con la ‘trinqueta’ y el ‘velacho’, sus ‘vergas’ y ‘cabos’, ‘brioles’, el ‘apagapénol’, la ‘escota’… El ‘cabrestante’, la ‘jarcia’, la ‘cofa’, en la parte delantera de ‘proa’ está el ‘tajamar’, la ‘cebadera’, el ‘bauprés’, la ‘escotilla’ para bajar al panel de pintura…”

-¡Para, para, stop, arrêt! ¿Qué? ¿Cómo? ¿Eh? Que dis-tu? Hmm? Qué diu? WTF? K dise? Por cada palabra pronunciada se producía un chispazo en mi cerebro, y por cada 20 palabras por minuto, un electroshock, cerebro frito, encefalograma plano, game over. Ahora soy yo la que necesita subtítulos
para sordos, un diccionario de marineros para dummies, algo, ¡socorro!

“Vamos a hacer tareas de mantenimiento, ve al ‘tambucho’ de ‘estribor’ de ‘proa’, hay grifos de agua dulce y salada y cubo y fregona para limpiar el ‘sollao’ y tráete los ‘avíos’ para el puchero de ‘gambuza’.”

-Cinco chispazos en mi cerebro y un puñado de neuronas menos. Traducción para terrícolas: “Ve al armario de la derecha de la parte delantera de la cubierta principal y coge un cubo de agua dulce y fregona para limpiar los dos pasillos de los dormitorios y tráete las cosas necesarias -‘avíos’ en
andaluz- para hacer el puchero de la despensa.

“Está lloviendo, así que hay que ‘trincar’ las ‘troneras’, poner la tapa del ‘cabrestante’. En el ‘tambucho’ de ‘proa’ de ‘babor’ están las fundas del ‘enjaretado’ del ‘sollao’.”

-Ocho chispazos y electroshock final. En otras palabras para terráqueos: “Está lloviendo, así que hay que cerrar y asegurar las ventanas de los cañones en la sala de artillería, poner la tapa del ‘cabrestante’, un molinete que sirve para maniobrar. En el armario delantero de la izquierda están las fundas de los respiraderos de madera de los dormitorios.” ¡Ahora sí que te entiendo!

“Maniobras, todo el mundo a sus posiciones, ‘jarcias’ y ‘cubierta principal’, ‘defensas’ abajo. En el ‘palo mayor’ ‘lascando’ ‘driza’ de ‘estribor’.

-Chispazos, ojos fuera de órbita, ¡no me entero, necesito subtítulos!: Las ‘jarcias’ son un conjunto de ‘cabos’, hasta hace solo 15 días cuerdas para mí, que forman unas escaleras que permiten llegar a la ‘cofa’, el balcón superior. Las ‘defensas’ son bolas enormes y blandas que sirven para proteger el
barco del muelle y de cualquier obstáculo. En el palo mayor ir soltando el cabo de la derecha para bajar las velas.

Y así llevo ya más de 15 días en el Galeón aprendiendo, empapándome y poco a poco comprendiendo más de ese nuevo idioma extraterrestrial, el marítimo-galeónico, que día a día y ya casi sin darme cuenta, va pasando a ser mi lenguaje cotidiano.

Aquí en el Galeón bien puedes afirmar que no te acostarás sin aprender una palabra nueva.