Se dice que deberíamos regresar ocasionalmente a la naturaleza. Pensé que estar en el mar durante días, semanas, sin tierra a la vista y sólo un barco ocasional como compañía, sería un retorno a la naturaleza. Como un paseo solo en el bosque. Abrazado por los árboles, los ríos, los animales, el suelo del bosque, el sonido del viento en las hojas. Un reconfortante recordatorio de lo que somos y de donde hemos venido. Pero esto no es un retorno a la naturaleza. Este es un retorno a la Tierra. A su tamaño imposible. A su insignificante lugar entre las estrellas. Nuestra relación con una nave que se mueve lentamente a través de esta llanura infinita, este paisaje extenso, vacío de la naturaleza pero cuya superficie se va rompiendo de extraña forma por los delfines. La inmensa extensión de agua. En un día tranquilo y soleado, tan azul y acogedor como el Mar Caribe. Durante una tormenta, una masa rodante de picos grises de ira alrededor nos arrojó a su voluntad. De vuelta a casa, en tierra, vemos el predominio de nuestro rol en el mundo. Aquí, no somos un jugador. O al menos eso parece. Ojalá fuera así.

Vida a bordo. Una intimidad que nunca había conocido antes. Y un respeto y abundancia de privacidad. Hay 24 de nosotros divididos en tres guardias rotativas. 16 españoles, 6 estadounidenses, un británico y un dominicano. 18 hombres y 6 mujeres. 20 tripulantes, un cocinero, y 3 trainees (2 mujeres americanas además de mí –¡Vosotras podéis chicas!). Aunque el barco es de 30 por 150 pies, la mayor parte de este no es espacio habitable. La Tolda es donde pasamos nuestras guardias. Estoy en la de 4:00 a 8: 00, la mejor guardia, dos veces al día con mis siete compañeros favoritos. Ahora somos una tribu. Vemos cada amanecer y atardecer. Nos despertamos a las 3:45 (gracias Yeison!) Y, tras una lucha por vestirnos, cepillarnos los dientes y tomar el café, estamos en el puente a las 4:00. El cielo es un manto negro lleno de estrellas y recientemente con la luna también. Algunas personas conversan. Es todavía muy pronto para mí, así que me siento aparte en mi propia calma para ver como el cielo y el mar se tornan en naranja y oro. Entonces, finalmente, el sol. Sucede todos los días haya alguien aquí para verlo o no. Pero ahora, estoy aquí. Lo estoy viendo. Y los ojos se me llenan de lágrimas. Un sueño de toda la vida hecho realidad. Estar en medio del Atlántico Norte en un barco, rodeado solo de agua hasta donde el ojo puede ver.

¡Feliz cumpleaños, Betsy! ¡Y gracias a la tripulación de El Galeón, mi nueva familia, por conseguir un día tan especial! Especialmente a Pablo y Madison por mi tarta, y Wyll por la vigota hecha a mano.

Gabriel, ¡mi amor! He pensado mucho en ti hoy y te echo de menos. ¡Tómate un pedazo de pastel por mí y una copa grande de vino! Y abraza a mis chicos. Espero que todo esté bien. Gracias por tu fortaleza por dejarme irme por un mes y desaparecer. Del libro que traje para leer:

“El simple acto de navegar lo llevó más allá del mundo de las revocaciones, las frustraciones y las inanidades. Y en el espacio de unas pocas horas, la vida se había reducido de una existencia muy compleja, con mil cuestiones insignificantes, a una de la más desnuda simplicidad … “

Shackleton: Un viaje llamado resistencia

Oh, y… Als meus amics catalans, hos desitjo una molt bona diada!

Betsy Renee Gude

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