Heme aquí otra vez, a bordo del Galeón. Más navegado, más zarandeado por vientos y tormentas, con más solera, gastadas sus cubiertas más los por miles de pies de sus visitantes. El peso de su fama le precede adondequiera que va. Y esta singladura lo ha llevado, ni más ni menos que al puerto de La Rochelle.

Antiguo puerto de honrados pescadores, de humildes profesionales de la mar y hoy, centro indiscutible de la náutica deportiva francesa. No en vano es el mayor puerto deportivo de Europa. Punto de salida de famosas regatas y de navegantes solitarios como Eric Tabarly y Bernard Moitissier.

La ciudad preciosa, muy bien conservada en sus calles principales, de construcciones de piedra. Sus habitantes nos han acogido con cariño, saludándonos por la calle a la vista de los emblemas del Galeón. Su Museo marítimo con su colección de yates clásicos, merece una visita tranquila.

La vida a bordo se ha visto regulada por la afluencia de visitas y la meteorología, un poco caprichosa en estas latitudes.

La llegada de cinco trainees y la fecha prevista, marcan el momento de despedida, que se hace en medio de una multitud agolpada en el muelle. La salida a través de la esclusa que regula el nivel de agua es difícil y comprometida, pero sale bien y Pablo, el capitán merece las felicitaciones de todos.

La travesía, corta y tranquila hasta Burdeos, es un poco agitada. Algunos trainees sufren las consecuencias del movimiento del barco, pero sin peores consecuencias.

Subimos el río Garone, ancho, de márgenes verdes salpicadas de casitas que nos recuerdan al río San Lorenzo y al fin… Burdeos, con su nuevo puente, maravilla de la ingeniería , con un tramo central elevable.  Desde la fragata Hermione saludan nuestra llegada, que hacemos acompañados de otros barcos, el Atyla y la carabela Vera Cruz.

Después de cenar, acodado en la borda, fumo mi pipa contemplando la ciudad iluminada. Y me vienen a la memoria otros puertos contemplados desde esta misma borda: Quebec, Chicago, Halifax, Nueva York, Miami, Santo Domingo, Singapur, Manila y tantos otros.

Sí, lo sé,  lo confieso, estoy enamorado del Galeón. Qué le vamos ha hacer  !!!!!!!!?

Y como siempre, mi recuerdo y cariño a los que con su sacrificio hacen posible que disfrutemos estas aventuras. Me refiero a padres, madres, esposas, parejas, hijos etc etc.

Un fuerte abrazo a todos.

Paco Moreno