Soy José Luis Fúnez Parodi, tripulante del Galeón Andalucía desde tiempos remotos… y me ha tocado hablaros sobre la travesía Dieppe-Calais.

Yo normalmente voy cambiando de guardia de navegación entre la 1º y 2º, en las que
realizamos rondas de seguridad, nos situamos en la carta y escribimos asientos en el Diario de Navegación.

Esta travesía ha sido para mí muy corta y muy tranquila pero también cansada, ya que al ser una navegación corta mis compañeros de guardia y yo solo pudimos dormir tres horas y media antes de que tocara “Zafarrancho” (es el momento de llamada general para todos los marineros para realizar las maniobras de atraque y desatraque)… es cuando mejor se lo pasan los que en ese momento están de guardia, ya que se aprovechan poniendo música a tope para despertar a todo el mundo, gritando y saltando encima de los que dormimos.

Cuando llegamos al puerto de Calais tuvimos que pasar una esclusa que solo era 3 metros a cada lado más ancha que el galeón, una vez dentro, mi posición era maniobra de proa por lo que nunca puedo ver la entrada ni salida del galeón a los puertos, este sitio se encarga de largar, cobrar y hacer firme las amarras de proa.

En este puerto tuvimos problemas para atracar, ya que el viento nos abatía hacia afuera por lo que tanto en las maniobras de proa como en las de popa tuvimos que utilizar los winches para poder acercar el Galeón al muelle y así poder atracar.

En cuanto a mis compañeros/as del barco, son gente muy divertida y muy profesional a la hora de trabajar. Me gusta vivir con ellos a bordo de El Galeón, porque aquí se siente la hermandad de la gente del mar a cada momento: AQUÍ TODOS NOS AYUDAMOS y se respira siempre buen ambiente.

El mejor momento es cuando suena el repique de campana que nos indica que la comida está lista. Todos vamos corriendo hacia el comedor y nos reunimos entre risas alrededor de la comida. Somos como una gran familia porque aquí compartimos todas las vivencias y todos los trabajos.

Yo me enrolé a bordo de El Galeón para poder hacer las prácticas que me piden en mi curso de patrón de altura y lo vi como una oportunidad única: navegar a vela como hacían en el siglo XVI en un velero de madera como éste. El mejor momento para mí es cuando ponemos las velas en alta mar, o cuando vienen a jugar a nuestra proa los delfines… también me gusta mucho cuando vemos los acantilados desde el barco, después de haber estado navegando varios días en alta mar sin ver tierra firme.

Y antes de dejaros no quiero que se me olvide enviar un abrazo muy grande a toda mi familia desde el mar.