En la marina del Grand Isla Navidad Resort, en la costa oeste de México, un barco de madera destaca sobre los demás. Se trata de la Nao Santa María, una réplica con dos años de antigüedad del célebre barco capitaneado por Cristóbal Colón. Sus características y diseño, tan poco habituales hoy día, fueron el reclamo para que participase en el rodaje de la serie sobre Hernán Cortés que se estaba llevando a cabo hace poco más de un mes en Punta Pérula.

Y esta es la razón por la que estamos aquí atracados. Después del rodaje de la serie teníamos planeado iniciar una ruta por la costa oeste de Estados Unidos que empezaba en California. En cada puerto abrimos al público como museo flotante dando a conocer este pedazo de la historia naval. Pero este plan se vio alterado a mediados de marzo cuando una mañana se reunió a toda la tripulación para informar de la nueva situación que se nos avecinaba.

El coronavirus hacía saltar por los aires nuestra hoja de ruta y había que tomar decisiones. Ante este cambio de agenda se nos dio plena libertad para decidir si queríamos regresar a España o quedarnos a bordo y afrontar un futuro bastante incierto. De los dieciocho tripulantes que éramos nos quedamos siete. Algunos de los que se fueron ya tenían la vuelta programada para cuando finalizara el rodaje de la serie, otros decidieron regresar con sus familias antes de lo previsto cuando se planteó la posibilidad de
volver a casa. Así pues, en menos de una semana, el bullicio al que da pie la convivencia de dieciocho tripulantes dio paso al silencio poco habitual de siete marineros a bordo de la Santa María. Al principio fue raro.

Y fue así como, de repente, cambiamos nuestra realidad y nos adaptamos rápidamente a la nueva situación. A nuestro favor y siendo honestos, debemos decir que hemos sido tremendamente afortunados con el lugar donde nos ha tocado pasar este momento tan excepcional que estamos viviendo. Se trata de un enorme resort rodeado por una laguna, campos de golf, montañas y el Océano Pacífico. Hay una gran variedad de aves conocidas como águilas, pelícanos o pájaros carpinteros y otras especies curiosas que no habíamos visto con anterioridad. A esto hay que sumar una rica fauna compuesta por mapaches, tejones, jabalíes, ciervos o serpientes y distintos peces que se dejan ver por la marina como el pez globo. Todas estas características son el reclamo para cientos de turistas que vienen huyendo de climas fríos durante el invierno. Y esa fue la imagen que tuvimos cuando llegamos por
primera vez a finales de febrero a esta marina. Los restaurantes, el hotel, las piscinas y playas
estaban llenos de clientes que se fueron marchando con la llegada del Covid19, dando paso a
un escenario vacío y solitario. Y es en este contexto donde los actuales siete tripulantes de la
Santa María desarrollamos nuestro día a día en la actualidad.

La reorganización a bordo se ha traducido en trabajos de mantenimiento seis días a la semana. Aprovechando este parón indefinido, queremos dejar la Santa María en perfectas condiciones para las futuras navegaciones. Además, hemos incorporado medidas de prevención como no dejar pasar a nadie a bordo, desinfectar la comida cuando llega el pedido, lavarnos las manos a menudo o mantener distancia de seguridad con las escasas personas con las que nos cruzamos en la marina. Por otro lado, hay ciertas tareas domésticas como la limpieza y la cocina que siguen ocupándonos a diario. Uno de nosotros es el encargado de preparar la comida y la cena cada día e intentamos sorprender a nuestros compañeros con nuestras mejores intenciones. Esto ha hecho que se instaure a bordo una sana rivalidad para ver quién hace el plato estrella de la semana.

Últimamente también nos hemos sumado a la moda de la repostería y el nivel está cada vez más alto. O por lo menos eso creemos…

En el tiempo libre que tenemos solemos ir a por cocos de las palmeras que tenemos alrededor, una tarea que aunque suene muy idílica requiere de cierta técnica y algo de paciencia. Con la experiencia hemos mejorado el modo de abrirlos, ahora que ya tenemos nuestro “hacha-abre-cocos”. En breve iniciaremos la recolecta de mangos de varios árboles que tenemos localizados. Esperaremos a mayo, que según nos han dicho es la mejor época para recoger este fruto. Ver la puesta de sol se ha convertido en un ritual que repetimos casi a diario y las caminatas a la playa secreta es uno de los lujos que nos damos de vez en cuando.

También la lectura se está convirtiendo en uno de nuestros pasatiempos más recurrente. A este ritmo vamos a acabar con la pequeña biblioteca que tenemos a bordo. En fin, intentamos ocupar todo nuestro tiempo para no caer en el hastío. De este modo los días pasan rápidos y creo que la clave está en mantenerse activos, evitando en todo momento esa sensación de ociosidad. Aún no sabemos cómo acabará todo esto, se barajan varias posibilidades. De momento estamos llevando la cuarentena que nos ha tocado vivir en este lado del mundo de la mejor manera posible y dejaremos que el tiempo decida cuando ponemos fin a esta etapa.