Por fin las 6 de la tarde y toca Zafarrancho. Se trata de la maniobra de estiba y preparación previa a la
navegación.
Tras un mes en el puerto de Málaga lleno de aventuras, lluvias y hasta granizo, todos los tripulantes
estamos deseosos de sentir el suave balanceo que nos indica que nuestro querido Galeón está nuevamente navegando.
En esta ocasión nos acompañarán tres trainees, pasajeros que alquilan una plaza durante la navegación
para poder vivir una experiencia en el mar junto a la tripulación.
Tras varias horas de espera soltamos amarras, y yo que me encuentro en la maniobra de proa, soy el
encargado junto a otros tres compañeros de recuperar las amarras, tres springs, tres largos y tres traveses que permiten que la proa del barco se aleje del muelle y así poner rumbo a la bocana.
Adujamos los cabos y puedo ver por una de las gateras como el agua se desplaza, y el puerto que tantos buenos momentos nos ha regalado, va quedando atrás.
El sol alto en el cielo y el agua calmada nos indican que va a ser una navegación tranquila, aun así
albergamos la esperanza de poder liberar las velas gracias al viento que recibimos en la popa.
Por delante, nos aguardan unas pocas horas de navegación,y me siento pletórico al sentir una vez más el
aire fresco y la sensación de vida y libertad que nos regala la inmensidad del Mediterráneo.
Después algunas indicaciones del capitán y del primer oficial, recordamos cómo utilizar algunos de los
equipos de seguridad en el mar que se encuentran en el barco. Tarea más que importante en cualquier
navío.
Al terminar nos anuncian que vamos a liberar la vela Trinqueta, hay viento suficiente y rápidamente las
ordenes salen de boca del primer oficial. Todos nos ponemos en marcha. en esta ocasión yo no ayudo a la
maniobra de despliegue, sino que rápidamente me subo por la Jarcia del palo mayor para encender mi
cámara deportiva. Es espectacular ver como atardece mientras se despliegan las velas.
Uno de los trainees arde en deseos de subir a la cofa, así que tras pedir permiso, le enseño a subir con todos los elementos de seguridad oportunos, y nos ponemos en marcha. Es una experiencia única que recomiendo vivir al menos una vez en la vida.
Las horas pasan y las guardias transcurren con normalidad. Cada guardia tiene una duración de cuatro
horas y en estas se realizan diversas tareas tales como cocinar, limpiar o mantenimiento del barco.
Al llegar las noches todas las luces se apagan y nos movemos por el barco con luces frontales para poder
realizar las rondas de seguridad.
Es absolutamente impresionante poder mirar al cielo y ver una inmensidad de estrellas que desde tierra
muy difícilmente podríamos ver debido a la contaminación lumínica. Al llegar el amanecer todos los tripulantes nos ponemos en marcha para preparar la maniobra de atraque. La maniobra de proa se dispone nuevamente para lanzar cabos a tierra, pero mientras llegamos al puerto,
me siento maravillado al poder ver como el sol va saliendo y con una espectacular paleta de colores, el
puerto de Motril se presenta ante nosotros. El cielo algo nublado y el sol brillante crea la ilusión de estar
navegando sobre un mar de plata espesa y suave. Al llegar al puerto, bajo el mando de nuestro contramaestre en la maniobra de proa, los marineros lanzamos los cabos a tierra y con las directrices del capitán, lanzamos springs y largos para amarrar el barco a tierra.
Por fin hemos llegado a puerto donde nos esperan seis días de aventuras y risas.