He visitado varias veces la Nao Victoria pero esta vez es especial porque lo hago como tripulante.
Salimos de puerto Sherry por la tarde, hace buen tiempo y el mar está tranquilo.

Participo como una más en la maniobra y compruebo todo el trabajo y esfuerzo que conlleva realizarlas como se hacía antiguamente. No es fácil y sorprende para alguien como yo que no tiene experiencia navegando.

Me enseñan términos como cobrar, fijar, adujar, etc y voy memorizando la cubierta para no tropezar con todo lo que pueda ser un obstáculo. No quiero caerme nada más llegar.

A medida que atardece vamos dejando atrás Cádiz, con su puente de la Pepa iluminado, y nos dirigimos hacia el Estrecho. Me asignan la primera guardia, de ocho a doce de la noche. Hay que estar pendiente del horizonte, de las luces que indiquen la presencia de otro barco, pero también da tiempo a contemplar las estrellas y a escuchar las innumerables historias del capitán y los marineros.

Dan las doce y toca descansar hasta la siguiente guardia. Mi catre está en la proa y es más cómodo de lo que pensaba. El movimiento de vaivén hace del barco una mecedora gigante que me adormece enseguida. Es una sensación extraña y a la vez agradable escuchar el agua rompiendo sobre el casco.

Por la mañana me despierto para ver el amanecer, no sin antes estar a punto de dar con la cabeza en el techo del catre. Por suerte tuve un momento de lucidez y paré a tiempo.
Merece la pena madrugar y observar los colores intensos, rojizos y naranjas, que diluyen el negro de la noche hasta que en el horizonte emerge el disco solar.

Seguimos avanzando y ya hemos dejado atrás Gibraltar cuando de repente un movimiento en el agua llama nuestra atención. Es un grupo de delfines que avanza junto al barco saltando de vez en cuando.
Pasan de un lado a otro del barco y al poco desaparecen.

Vamos llegando a la altura de Estepona y a lo lejos empieza a distinguirse Sierra Blanca, con el pico de la Concha y la Cruz Juanar.
Al llegar a Marbella no podemos entrar directamente al puerto, hay que esperar que haya marea alta para que el barco entre sin problemas.

En este tiempo se acercan muchas embarcaciones sorprendidas por encontrarse este barco de otro tiempo. También aprovechamos para hacer tareas de mantenimiento y descansar un poco después de comer.

Cae la noche y la marea permite que entremos a puerto. De nuevo esto requiere que todos colaboremos en la maniobra.

Atracamos y así finaliza mi viaje en la Nao Victoria, una experiencia inolvidable y que debo agradecer a toda la tripulación por enseñarme y acogerme como una más desde el principio.
Gracias y un saludo a todos!